martes, 31 de marzo de 2009

Relato Breve. Del libro: Aterrizar para volar.



Aprender

Don Emilio tiene 82 años, vive en Panambí, provincia de Misiones, en un ranchito de madera sola, como él, solo. Sus hijos están en otras sierras a unos 8 km. de allí y lo visitan de vez en cuando.
Eran las 6 de la tarde cuando llegamos a su casa. Ni rastros de sus pisadas suaves y lentas había. Lo buscamos un buen rato con fuertes gritos ya que su sordera era como la de los árboles.
José, que venía conmigo, lo encontró saliendo de un potrero. Parece que estaba soltando los bueyes.
Él, solito nomás, cuidaba los animales, rajaba la tierra a fuerza de pecho con el arado de mancera. Sembraba el maíz, la mandioca, el poroto. También, alguito de tabaco rústico, el llamado misionero, para la fumada ritual del cigarro en chala, en las horas descansadas. Esperaba las noches con un mate amigo, casi de su edad y un fuego nuevo hecho de vieja selva.
Con José y don Emilio adelante, entramos a un galponcito de madera agrietada y vieja, donde nos esperaba un tizón apenas humeante que resucitaría en fuego para calentar la antigua pava negra de hollines eternos. Mientras don Emilio preparaba el mate con destreza ancestral, nos fuimos metiendo entre el humo y las miradas, como en un cueva ritual nacedora de tiempos.
Listo el mate, lo pasamos de mano en mano mientras las historias de don Emilio brotaban de su boca como suave brisa.
Le pregunté cómo había sido su mujer y, con ella dibujada en sus ojos como un destello tibio de luz, me dijo que había sido muy linda, para él, “porque cada uno tiene sus gustos”, y nos explicó.
Mientras hablaba, don Emilio nos enseñaba en cada palabra una curva del camino y del tiempo, una nueva picada abierta a machete en el monte y la memoria, un desafío al coraje que le fue creciendo con cada miedo. Don Emilio cebaba el mate, dibujaba la vida con las palabras en el humo y se reía como si la muerte fuera alguien a quien el pudo esconder en los laberintos del olvido.
En mi interior me preguntaba si le quedaría algún espacio en su memoria para más saberes, y le lancé el pequeño gran interrogante: - Don Emilio, ¿que le queda por aprender?; a lo que me respondió rápido y con una sonrisa picaresca: - Mucho me queda por aprender, hijo. Ahorita nomás, estoy aprendiendo a mentir.

Relato breve. Del libro: Aterrizar para volar

  • Los pibes de la murga.

    Los chicos bailan la tierra bajo sus pies y ella se marea de tantos sacudones. Un secarropa viejo y cortado cubierto de cintas, juega a ser tambor detrás de los golpes que riman al son de la vida que baila.
    Esto ocurre en Hersilia, en el noroeste de la provincia de Santa Fe. Un pueblo chico dividido por las vías del ferrocarril, los bolsillos y las conciencias. Los pibes de la murga son de la parte más sufridora del pueblo, donde las calles están hechas de la misma materia que el mundo, pura tierra.
    La murga bailandera de tambores y caderas va y viene. Dos cuadras para allá y pegar la vuelta. Las lentejuelas aparecen como llovidas pegándose de a poco en las mayas de las niñas y en los pantaloncitos de los niños. Todos llevan sus viejas ropitas para ver qué se puede inventar con ellas.
    Los jóvenes más grandes tienen algo de vergüenza, porque los verán los chicos de su misma edad, pero del centro, haciendo “pavadas”. Pero ellos lo harán igual, porque saben que no es ninguna pavada y que eso de bailar es algo serio. Tan serio como que serán ellos mismos los que le pondrán fiesta a su aburrido pueblo.
    La noche de los carnavales al fin los ve pasar. Las calles céntricas del pueblo por dos noches se llenarán de su baile y su música, de los colores de sus lentejuelas ocultando trapitos viejos y tristezas. Los niños bailan y nada importa ya, están de fiesta.
    Los aplausos se hacen sentir, la alegría es casi completa. Es el preciso momento, el de esas dos noches, donde los niños y jóvenes del barrio dan por tomadas las calles y las miradas, la atención y los aplausos de aquellos que durante todo un año volverán a ignorarlos. La calle es de ellos, la fiesta también. Son el signo persistente de que la invasión de alegría nunca parará, aunque sea por dos días. Presagio de otras invasiones, de otras muchas y nuevas alegrías que del barrio vendrán para que nunca termine el baile y los tambores anuncien cada nueva aparecida.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Álbumes web de Picasa - fer - imágenes de nuestra esperanza


Durito y una de llaves y puertas


Dice Durito que todos los políticos ("que conste que no estoy diciendo que sean malos o buenos", aclara Durito) predican que la historia no es más que la búsqueda de una habitación donde estar contentos. Los enemigos ("que quede claro que no digo que sean malos o buenos", vuelve a interrumpir Durito) están encerrados en esa habitación y no dejan entrar a los demás. El objetivo de la historia es entrar a esa habitación, desalojar a los que están ahí y ocupar su lugar. El político llama entonces a luchar por la posesión de la llave de la puerta.
Pero, dice Durito, la lucha política no es ya por entrar a esa habitación, sino sólo por la llave de la puerta, es decir, por quitar la llave a quienes la tienen y ocupar su lugar de porteros. "Se ha avanzado mucho en la democracia", dice Durito que dicen los políticos, "ahora ya se puede cambiar de portero". Tener el Poder es tener la llave de la puerta de la historia, no importa que los dueños de la habitación sean siempre los mismos.
Dice Durito que los zapatistas son el hazmerreír de todos los políticos modernos, sean de izquierda o de derecha. Dice Durito que es porque los zapatistas cargan a sus espaldas una pesada llave para la que no hay puerta, ni cerradura, ni habitación.
"Miren a esos tontos", dice Durito que dicen los políticos modernos, "esa llave, además de que es muy pesada, no sirve para abrir la puerta del Poder y entrar a la culminación de los tiempos". Dice Durito que los zapatistas sólo sonríen y siguen caminando con la pesada llave en sus espaldas y que no se apenan porque no hay puerta ni cerradura que se abra con la llave que cargan.
Dice Durito que, ocupados todos en reírse de ellos, nadie repara que la llave que cargan los zapatistas se parece demasiado a un mazo, de ésos que sirven para derribar puertas y paredes.
Dice Durito que, mientras los políticos se aglomeran y pelean por la llave frente a la puerta del poder, los zapatistas pasan de largo, se paran frente a una de las paredes del laberinto que, además, no tiene nada qué ver con la habitación del poder y, con un plumín negro, marcan una "X".
"Los zapatistas marcan así una incógnita, pero también el punto donde hay que golpear para resolverla. Porque los zapatistas no quieren entrar a la habitación del poder, desalojar a los que están ahí y ocupar su lugar, sino romper las paredes del laberinto de la historia, salir de él y, con todos, hacer otro mundo sin habitaciones reservadas ni exclusivas y sin, ergo, puertas y llaves", dice Durito mientras me pregunta dónde diablos dejé el plumín negro con el que me da clases de teoría política.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.México, Febrero del 2003.

El hombre íntegro


En mi opinión uno de los temas más importantes que propone el temario del congreso, es el que se refiere al Desarrollo Integral del hombre.

Permítaseme exponer mi entero respeto a este punto, y muy especialmente en relación con sus aspectos esenciales; el desarrollo de la imaginación verdadera, de una inteligencia que pueda servirse de la imaginación poética, de la imaginación subversiva, de la imaginación erótica inclusive. Entiendo que así como la revolución es una empresa colectiva en el plano social, es también un proceso que debe verificarse en el interior de cada individuo. Para intelectuales y artistas, para todos los hombres, considero que esta revolución personal es enteramente necesaria, muy especialmente si ese intelectual, ese artista, si ese hombre es consciente de pertenecer a un mundo que se encuentra en la compleja etapa de la construcción de una nueva organización social, de la cual la formación integral tiene una importancia de primer orden.
En mi opinión no se trata de estar con la revolución, sino de ser revolucionario, y ser revolucionario implica, claro está,, ser libre, o luchar consecuentemente por alcanzar la libertad. Así como los pueblos se liberan mediante la lucha contra la opresión política y económica, los individuos solo pueden liberarse mediante la lucha contra sus tiranos interiores: la hipocresía y el miedo. Los prejuicios, los intereses creados, la falsa auto crítica, las ideas convencionales y esquemáticas, forman el ejemplo invisible (a menudo mercenario) contra el cual las guerrillas interiores habrán de emprender la lucha por la libertad creadora. Mientras más conciencia, más luz. Mientras más luz, más conciencia.
Para que de hecho se produzca la Revolución de la cultura, debe producirse una revelación, deben ponerse en evidencia todas las posibilidades del hombre. Tener un alto sentido de la responsabilidad, no quiere decir practicar la auto censura sistemáticamente. En el campo de la imaginación, se precisa ser tan aguerrido como en el campo de la batalla.
Los constructores de un mundo nuevo, tanto en el plano social, como en el cultural, intelectual, artístico, se caracteriza por la generosidad, por la entrega del trabajo, pero también por la osadía, por la capacidad de asumir, con el coraje suficiente, los riesgos que supone todo acto creador y renovador, toda revolución verdadera. Y no es este un problema que interese solamente al poeta. Yo creo que todo hombre verdadero es un poeta, un hombre integral tendría que ser poeta, porque poesía quiere decir aferrar más realidad, toda la realidad. Al fin y al cabo un intelectual, un artista, solo se diferencia de los otros por ser capaz de vivir con más intensidad su experiencia del mundo, no solamente en los hechos, sino también en su imaginación. Estimular la imaginación creadora del pueblo, crear las condiciones para que todos tengan acceso a la cultura verdadera (más que a la acumulación de conocimiento en profundidad) será la meta de un proceso revolucionario verdaderamente fecundo en el campo de la cultura. Un hombre forjado de ese modo será un hombre integral, es decir un Poeta, así cuando su oficio no sea, específicamente escribir poemas.
El arte no es un lujo, es una necesidad, y así como en el terreno social la revolución s enfrenta a problemas nuevos y encuentra nuevas vías para resolverlos, en el terreno de la creación artística y el trabajo intelectual una imaginación realmente creadora se propondrá también la solución de una problemática siempre renovadora, y encontrará los medios de investigación y expresión que resulten adecuados para resolverla.
El arte es el deseo de lo que no existe, y a la vez la herramienta para realizar ese deseo.
Espero que se ponga en discusión hasta que punto del triunfo de nuestras guerrillas interiores dependerá que nuestra gestión sea fecunda y que un hombre integral, un poeta, un hombre nuevo pueda convertirse en realidad.
Leído por el autor en un congreso que se hizo en Cuba alrededor de 1968. Roberto Matta, Pintor, nació en Chile en 1911 y falleció en noviembre del 2002.

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