martes, 19 de mayo de 2009

Algunas frases de Paulo Freire

¿Con qué ideas en la cabeza y el corazón, entramos a un aula, al amor de pareja, a una conversación de amigos, a una aventura con nuestros hijos e hijas, a un programa de televisión, a un injusticia cercana y a una lejana que tarde o temprano será cercana, a un atardecer, a una canción, a la página en blanco, a un libro, a un libre, a un tiempo de óseo, a un tiempo de guerra y a uno de paz, a una propuesta de un cualquier gobierno, de un un cualquier poder, a una propuesta de un cualquier desdichado del mundo, a la naturaleza que nos queda, a la naturaleza que podría venir, a lo que aun no es, a lo que está siendo, a un partido de fútbol, a una paseo en bicicleta, a una marcha de protesta o a una de propuesta, a un sueño, a proyecto colectivo, a una revolución?

Que estas ideas de Freire pueblen mis sentidos...

Dice siempre Paulo:


  • Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta.

  • Enseñar exige respeto a los saberes de los educandos.

  • Enseñar exige la corporización de las palabras por el ejemplo.

  • Enseñar exige saber escuchar.

  • No hay palabra verdadera que no sea unión inquebrantable entre acción y reflexión.

  • Decir la palabra verdadera es transformar al mundo.

  • El hombre es hombre, y el mundo es mundo. En la medida en que ambos se encuentran en una relación permanente, el hombre transformando al mundo sufre los efectos de su propia transformación.

  • El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas.

  • Todos nosotros sabemos algo. Todos nosotros ignoramos algo. Por eso, aprendemos siempre.

  • La ciencia y la tecnología, en la sociedad revolucionaria, deben estar al servicio de la liberación permanente de la HUMANIZACION del hombre.

  • Un educador popular a de estar locamente sano, sanamente loco.

108 CITAS 
PRESENCIA Y VIGENCIA DE PAULO FREIRE

1. “Nadie libera a nadie, nadie se libera solo. Los seres humanos se liberan en comunión”.

Fragmento de Mascaró, el cazador americano - Haroldo Conti

El Príncipe propuso entonces, ahora que estaban todos reunidos, una cierta celebración con motivo de aquel feliz naufragio. El Capitán estuvo de acuerdo. La vida es una entera travesía, se erraba desde el nacimiento, ese puertito de luces tan recogido, tan breve, suceso pequeño como todo lo que viene después. Él había cruzado y recruzado mil veces aquellas aguas y ahora, ¿dónde estaba el camino? ¿Qué se hizo del “Vasco Pantoja” que conoció de niño, barco que amó? Lo soñaba con capitán y todo, el Barbas Gianelli, que le enseñó el primer nudo marinero, el doble cote. Y bien, un día pasó la cubierta y otro fue capitán y el Barbas ya viejo, ya niño, lo venía a ver partir, lo aguardaba al llegar, hasta que otro de otros días lo trajeron en una silla de paja, aprovechando el solcito de la tarde, y él zarpó de gusto y navegó empavezado a la vista del viejo. Uno es historia. ¿Qué hay para adelante? Caminos… Por ese tiempo ya hacía la carrera a Arenales el “Fierabrás”, grandeza de barco. ¿Dónde está ahora? No era para olvidar, ni era para morir. Lo comandaba aquel galés cimarrón, don Eiñón Jones, que había nacido capitán. Sucedió también, tan fuerte que era, majestuoso. Los dos sucedieron. Él ya sucedía entretanto. Todo sucede. La vida es un barco más o menos bonito. ¿De qué sirve sujetarlo? Va y va. ¿Por qué digo esto? Porque lo mejor de la vida se gasta en seguridades. En puertos, abrigos y fuertes amarras. Es un puro suceso, eso digo. ¿Eh, señor Mascaró? Por lo tanto conviene pasarla en celebraciones, livianito. Todo es una celebración.
Alzó la jarra y bebió.
El Príncipe se rajó un aplauso. Animaba con la cabeza al Nuño y a Oreste, que aplaudieron también. Las gaviotas revolotearon sobre el grupito, emprendieron unos vuelos y, cuando terminaron los aplausos, se ordenaron otra vez a popa.
Mascaró se volvió por primera vez. Levantó una mano, aprobó.
-La vida es célebre, de cualquier tamaño, o no sirve para un carajo.
-¡Confirmo!- gritó el Príncipe, y miró a todos, uno por uno.

(…)

El Príncipe juntó las manos, cerró los ojos y anunció con voz grave: “La tempestad y la calma”. Dio unas vueltas de manija y apuntando al cielo recitó estos versos:

Yo vi del rojo sol la luz serena
turbarse, y que en un punto desaparece
su alegre faz, y en torno se oscurece
el cielo con tiniebla de horror llena.

El viento proceloso airado suena,
crece su furia, la tormenta crece,
y en los hombros de Atlante se estremece
el alto Olimpo y con espanto truena.

Mas luego vi romperse el negro velo
desecho en agua, y a su vez primera
restituirse alegre al claro día

y de nuevo esplendor ornado el cielo
miré, y dije: ¿quién sabe si le espera
igual mudanza a la fortuna mía?

sábado, 16 de mayo de 2009

Venenos sobre la tierra de todos


ROSARIO 12 - 12 de abril del 2009.-
Lluvia negra
El doctor Scremin reside actualmente en California donde profundizó sus estudios sobre las consecuencias de los agroquímicos para el sistema nervioso central. Asegura que mientras en Santa Fe se discuten las distancias para las fumigaciones aéreas, la Comunidad Europea está a punto de prohibirlas directamente. Y advierte que probablemente el más peligroso agroquímico sea el DDT que está prohibido en Argentina, pero sigue habilitado el endolsufán "que es muy cercano a ese producto".
Por José Maggi
"Mientras Europa y Estados Unidos prohíben plaguicidas neurotóxicos como el endosulfán y el clorpirifos (dos productos que se le agregan al famoso glifosato) Argentina ha visto crecer nueve veces la cantidad recibida entre 1995 y el 2005. Así los nueve millones de kilos de plaguicidas que se arrojan en un año en nuestra tierra, bastarían para matar a toda la población mundial". La frase pertenece a Oscar Scremin neurofisiólogo rosarino y experto en el estudio de las afecciones que sufre el sistema nervioso central como consecuencia del contacto con plaguicidas. Fue el último decano de Medicina antes del golpe de estado del 76, que lo obligó a marcharse a los Estado Unidos, donde profundizó sus estudios. Su último viaje a estas tierras coincidió con la discusión en esta provincia de la influencia de los agrotóxicos en la salud de la población. Y no se mostró ajeno al debate. "Cuando en Santa Fe se discuten las distancias para las fumigaciones aéreas, la Comunidad Europa está a punto de prohibirlas: entre los argumentos, hay un estudio que reveló que los plaguicidas arrojados en Alemania, fueron detectados en Groenlandia" . Por si fuera poco Scremin deja una cifra aterradora: "En el mundo está prohibido el uso de 38 agroquímicos distintos, pero en el país se comercializan 18 de ellos. Se entiende, porque comercializarlos es un buen negocio. Por ejemplo en Estados Unidos estas patentes cuestan monedas y han logrado que ese gobierno les permita fabricarlos para exportarlos. Y sí, entre otros la Argentina es un país de destino", confiesa el experto. Scremin deja también en esta nota un dato más que preocupante. Advierte que "Europa está rechazando los sábalos extraídos del río Paraná por el exceso de endosulfán que encuentran en sus tejidos. Y este es el mismo río donde habitan tantas otras especies con la que se alimenta toda esta región".
Oscar Scremin es médico, se recibió en 1963 en la Universidad Nacional de Rosario. Inclinado hacia la investigación científica viajó a Escocia a especializarse durante dos años para luego volver y organizar un laboratorio de neurofisiologí a. Así en el año 1973 fue decano de la Facultad de Medicina donde trató llevar adelante un cambio curricular con un contenido social. En 1976 tuvo que emigrar luego del golpe de estado. De este modo recaló en la Universidad de California en Estados Unidos, donde terminó sus estudios. En estos momentos está tratando de organizar un grupo de trabajo para estudiar diversos problemas de fisiología entre otros otro la toxicidad de los plaguicidas que atacan al Sistema Nervioso Central.
En una extensa charla con Rosario/12 Scremin remarcó el fenomenal crecimiento que tuvo el uso de plaguicidas en los últimos años en la Argentina. "Si tomamos uno que se usa con más frecuencia el clorpirifos, que es un órgano fosforado de la misma familia del gas nervioso que es un arma destrucción masiva que se ha utilizado lamentablemente en diversas oportunidades para eliminar grupos enteros de personas. Este producto clorpirifos se vendía en el orden de los 500 mil kilos de acuerdo a las estadísticas en 1995, en el año 2005 llego a los 4 millones y medio de kilos".
"Si uno mira el gráfico es un crecimiento acelerado. Si sumamos todos los plaguicidas del mismo grupo del tipo clorpirifos, que son neurotóxicos, la Aduana de Buenos Aires ha detectado en el año 2006 unos 9 millones de kilos, que es una cifra considerable, si uno considera que solo un gramo de esta sustancia puede matar a un ser humano. De esta manera es fácil calcular que podemos eliminar a la casi totalidad de la población del planeta con todo ese veneno que existe de alguna manera y se distribuye en la superficie de nuestro país, está en el aire, en los alimentos y si bien los organofosforados no persisten mucho en el medio ambiente, tenemos los organoclorados como por ejemplo el endolsulfán, de uso muy común en nuestro medio, y este puede quedar hasta nueve años en la tierra. Uno puede ingerir vegetales seis meses después de fumigados con endosulfan y estos pueden tener síntomas tóxicos. Este producto también es neurotóxico y puede producir temblores, ataxia, convulsiones. Estos dos insecticidas se mueven en paralelo con la evolución de la siembra directa y el glifosato. Si uno mira los gráficos se da cuenta que el crecimiento está relacionado. La gente habla muchas veces del glifosato pero ese no es el problema fundamental, sin los productos que se le agregan como estos insecticidas, que tienen mayor toxicidad. La cosa tiene una mayor implicancia si uno sabe que tanto el endosulfán como los organofosforados están prohibidos en Europa. La Comunidad Económica Europea los ha prohibido completamente y están severamente restringidos en Estados Unidos y en vías de ser eliminados. Contrariamente en Argentina tenemos un crecimiento progresivo de estos productos. Es decir que vamos a contramano de la evolución internacional".
-Usted está radicado en California, ¿qué estudios ha realizado sobre el plaguicidas allí?
-California tiene, quizás, una de las leyes más progresistas de los Estados Unidos para los trabajadores rurales, justamente gracias a César Chavez, el líder sindical de los trabajadores rurales y fundador de la UFW (Unión de Trabajadores Rurales), que es el equivalente de la UATRE en Argentina. Chavez advirtió que los peones rurales se morían envenenados con estos organofosforados e hizo fuerza considerable para conseguir la restricción del uso de estos productos con la ayuda del Partido Demócrata, y particularmente la de Robert Kennedy. Lograron así un conjunto de leyes que reglamentaron y circunscribieron el uso de esos productos, al punto tal que cada trabajador rural tiene que tener un médico asignado, y tiene el derecho a conocer por ley a cuáles tóxicos está expuesto. En este sentido el empleador debe entregarle una hoja donde se describen los síntomas que puede tener, los remedios que se pueden utilizar, y hasta un teléfono del médico que lo va a atender, así como del centro de toxicología más cercano. Además hay inspectores del estado que controlan estos puntos. Esto no quiere decir que el sistema sea perfecto: hay transgresiones como en todos lados.
-¿El Estado tiene una presencia fuerte?
-Así es, el Estado, a través del Departamento de Protección del Medio Ambiente de California es el que autoriza el uso de un plaguicida mediante un formulario. El productor lo presenta y se analiza su uso teniendo en cuenta de los niveles de contaminación en la tierra y el agua, en esta zona que es muy particular, porque está contaminada toda el agua de California. Ellos tienen mediciones muy precisas de este punto y en función de todo esto autorizan o no el uso de ese plaguicida solicitado. Hay un cierto tipo de regulación que si bien no es ideal, sirve. Y por supuesto nadie discute que el endolsulfán es cancerígeno, que es neutoróxico que produce alteraciones endocrinas severas como el retardo en la madurez sexual. Esta no es una cuestión que no sepamos, se sabe pero lo que ocurre es que los intereses comerciales han hecho suficiente lobbie para lograr introducirlos, en ciertos lugares. También hay otros escenarios interesantes, en Estados Unidos por ejemplo hay una compañía que tiene sede en Los Angeles, que se dedica a comprar patentes de plaguicidas que están prohibidos en aquel país, y que obviamente valen unas pocas monedas, para después fabricar esos plaguicidas. Y han conseguido que la EPA , que la Agencia de protección al medio ambiente de los Estados Unidos, les otorgue un permiso para exportar ese material que no se puede vender en ese país. El criterio parece ser: no es bueno para nosotros pero si para los países del tercer mundo. Asi nos venden a la Argentina esos productos, y es más, una de esas empresas dedicada a esta actividad tiene sede en nuestro país. Es decir que consumimos productos que otros países prohíben. Pasa algo similar con el endosulfán y los organofosforados: en Europa dicen claramente que proscriben su uso y es porque sin dudas tienen estudios serios fehacientes de que son inaceptables para la salud pública. Así que no es cuestión de averiguar o de hacer estudios epidemiológicos, que hay que hacerlos, pero ya no hacen falta porque en el mundo se sabe cuáles son las cosas peligrosas. Lo que hay que hacer es eliminar los productos que son catastróficos, cosas que el mundo ha desechado y que nosotros seguimos usando porque hay compañías que han usado los mecanismos para seguir imponiéndolos. Por eso es tan importante la Comisión creada por el gobierno argentino para estudiar este tema, y hay que remarcar que es la primera vez que un gobierno manifiesta interés en abordar este problema, es un comienzo más que importante.
-¿Cuáles son los productos más peligrosos con los que se fumiga en la Argentina?
-Probablemente los organofosforados y el endosulfán, que es un organoclorado de la familia del DDT y del clordane, este último produce tumores en el sistema nervioso central y puntualmente está prohibido en nuestro país. Sin embargo el endolsufán que es muy cercano a este producto está habilitado. Por otro lado ahora que se sabe la información completa del ADN, la gente empezó a darse cuenta que compartimos muchas cosas con otros seres vivios: por ejemplo el 40 por ciento de nuestros genes están en las plantas, el 60 por ciento de los genes humanos están en los insectos, y este dato se eleva al 85 por ciento en el caso de los roedores. Es decir que cuando hacemos herbicidas, insecticidas o rodenticidas (raticidas) estos compuestos eligen como blanco de su acción un producto de un gen que nosotros también tenemos. A veces el gen no hace las mismas cosas, pero se identifica básicamente. En el caso de los insecticidas para la mosca de la fruta, el endoslufán ataca su sistema nervioso, que para compararlo con el ser humano serían los mismos efectos que nos produciría el Mal de Alzheimer, nos afecta la memoria. Esto es lo que ataca el endosulfán llegando a producir tumores cerebrales. Lo que quiero decir con esto es que: si pueden destruir insectos también tienen la potencialidad de acabar con nosotros mismos. Se calcula que hay en el mundo 3 millones de intoxicaciones severas por año por plaguicidas y 220 mil muertes, y esto no entra a considerar el cáncer y las enfermedades miolodegenerativas crónicas porque son muy difícles de determinar, ya que a veces evolucionan en veinte años.
-La salud de los argentinos parece hipotecada si uno sigue su análisis.
-Es verdad si se sigue en este camino, por eso creo que tiene que haber un equilibrio entre la producción y la salud de la gente. Si solo pensamos en maximizar las ganancias de la producción y no pensamos en las consecuencias de la salud, esto va a llevar a una catástrofe por la toxicidad de estos compuestos. Lo que hay que recordarle a los responsables es que nadie se puede salvar individualmente, y pretender contraponer a la salud pública las ganancias desmedidas de un determinado grupo es inadmisible, Debe haber un equilibrio entre ambas cosas, por eso en la aplicación de un agroquímico, el consenso en la Medicina del Trabajo es que los médicos deben participar de la prescricpción del plaguicida a utilizar para saber qué es lo que pueden esperar de su acción lo seres humanos que entre en contacto, tanto el productor, el peón rural y los habitantes de la zonas cercanas. Los médicos quieren participar en este tema pero tienen muchas limitaciones, por ejemplo que son empleados de las ART (Aseguradoras de Riesgo del Trabajo) y estas son empresas con fines de lucro, distinto es en Colombia donde son empresas de bien público, sin fines de lucro.-Se hace difícil pensar en un modelo de respeto a la salud de los trabajadores rurales cuando en su enorme mayoría ni siquiera existen en los registros, es decir que están en negro.
-Bueno, yo hablo con los trabajadores rurales y me dicen que tienen problemas con su mutual porque esa obra social recibe los casos de intoxicados que la propia ART no atiende, con lo cual para ellos es una carga considerable. Por eso estan iniciando por su cuenta planes de educación de los trabajadores rurales, que es una tarea ciclópea en base a la cantidad de gente que significa, además de un territorio tan extendido y con realidades geográficas tan distintas que resulta muy difícil llegar a todos los lugares. Por eso la inserción del Estado en esta temática es urgente.
-¿Cuáles sería las medidas urgentes que se deberían tomar?
-Primero hay que revisar todo el registro de agroquímicos, porque se necesita tener una noción muy clara para saber cómo está posicionada la Argentina con respecto al consenso internacional. Hay convenciones internacionales que han establecido normas y que han identificado plaguicidas que son directamente tan peligrosos que la mayor parte de los países del mundo no los usan, mientras aquí los seguimos usando. Por eso hay que revisar este registro y decidir uno por uno si seguimos usándolo o no. En esto, es verdad, hay posiciones extremas y hay gente que dice que no hay que usar ningún plaguicida, pero sin necesidad de llegar a esa posición porque tampoco podemos detener el aparato productivo, se necesita llegar a un equilibrio para decidir: hasta aquí llegamos con el aumento de la producción y desde aquí tenemos que sacrificar un poco la producción para preservar la salud. Porque si la Comunidad Europea decidió eliminar el endosulfán y todos los organofosforados, ¿cómo sobreviven sin ellos? En verdad, saben como hacerlo. Entonces hay que ver cómo lo hacen ellos.
-¿Qué otra medida propone?
-Lo segundo es el seguimiento del plaguicida registrado, porque el Senasa registra los productos pero no tiene mecanismos de seguimiento con lo cual no saben en donde se utiliza ni cuánto ni en que circunstancia. Esto es esencial para hacer medicina preventiva: saber cuánto se va a usar, y cuáles son los problemas médicos que pueden ocasionar. Entonces se decide cómo vamos a asignar los recursos de los médicos del trabajo, que son los que van a controlar el tema, tal como pasa en California. Recién allí podremos decir que tenemos una medicina preventiva, porque si no sabemos estos datos básicos, no podemos planificar nada. Por ejemplo si uno mira las estadísticas del SINABE que es el sistema de estadísticas obligatorias del Ministerio de Salud que están en internet, hay datos como Entre Ríos donde figura cero intoxicaciones. Nadie puede creer eso, pero cuando hablo con los médicos me dicen que vieron casos, pero que no los denunciaron porque había que llenar tres formularios, y porque además 'nadie lo mira'. Así, la gente que vende los agroquímicos usa esas estadísticas para mostrar que en la Argentina no hay problemas, y pero aún porque son estadísticas oficiales y es el propio Estado el que termina de difundir esa sensación de que no hay problemas, cuando lo que es un grave problema de subregistro, que es histórico que es mundial. En los Estados Unidos con todas las mediciones que tiene se considera que solo el 2 o el 3 por ciento de todas las intoxicaciones aparecen en los registros oficiales. Es decir que mientras tiene más de dos millones de trabajadores rurales, tienen 600 mil intoxicaciones de todo nivel. En Argentina en los registros figuran unos 200 casos anuales, esto ni siquiera es un subregistro sino una farsa. La tercer propuesta es establecer una red sanitaria para la atención del problema. Hasta que no lo hagamos no vamos a saber la magnitud del tema.
-En su libro "El mundo según Monsanto" Marie Monique Robin describe la forma en que esta multinacional elige los territorios de prueba de sus semillas transgénicas y sus plaguicidas, define entre otras cosas qué se cultiva, cómo y dónde en el mundo. ¿Comparte ese análisis?
-Esta empresa eligió como sitio de privilegio a la Argentina para expandir después sus productos a toda latinoamérica. Esto está todo planificado, como un sistema garantizado para expandir el lucro. Lo que debemos pensar es nuestra propia planificación para frenar esa expansión, y hoy no la tenemos.
-¿Qué pasa concretamente con las fumigaciones aéreas en Europa?
-El Parlamento europeo acaba de resolver que van a prohibir toda las fumigaciones aéreas en ese territorio, salvo casos excepcionales documentados y que serán decididos por la autoridad de medio ambiente. Y eso no es casual porque hace muchos años que se sabe su peligrosidad. Es curioso porque me encuentro en este viaje que en Santa Fe se discute si son 300 metros, o 500 metros o mil metros. Y en esto vale recordar una experiencia de hace unos años en Europa: se encontró que el endosulfán que se esparcía por fumigaciones aéreas sobre Alemania, estaba en Groenlandia y en el aire del Artico, es decir que esa cuestión de los límites es ilusoria porque cuando esas sustancias se ponen en contacto con la atmósfera las corrientes convectivas la llevan a la atmósfera superior y los procesos de convección las van a desaparramar a todo el planeta. De modo tal que hay que pensar que cuando arrojamos algo al medio ambiente, no es que lo estamos arrojando acá, en esta pieza, en la casa del vecino, porque una vez que entra en la atmósfera el destino es difícil de determinar. Por eso hay que pensar que Argentina es un país exportador de alimentos y hay que repensar este tema. Más aún Europa ha comenzado a rechazar los sábalos que se pescan en el río Paraná porque tenían un exceso de endosulfán, que está prohibido en Europa y no admiten ese residuo. Ahora, no quiero ni pensar cómo puede afectar a la gente que habita esta zona y que se alimenta de sábalos y otros peces como los que se rechazan afuera.
-¿Cuáles pueden ser las consecuencias sobre la salud de la gente que está en contacto con el endosulfán?
-El endosulfán es un disruptor endócrino, es decir que toman las funciones de ciertas hormonas y se mezclan con ellas. Hubo un estudio en la India, donde se dio una situación curiosa: había una población al pie de una montaña de una plantación de castañas, que era fumigada con endosulfán. Entones se estudio la maduración sexual de los niños durante años, comparándolos entre esa población y otra más alejada, a unos 20 kilómetros. Y se encontró una gran diferencia de maduración sexual, es decir del tamaño de los órganos sexuales, de la aparición del pelo pubiano y del desarrollo de las gónadas. Este retraso de maduración también afecta al sistema nervioso central, en particular los organoclorados y los organofosforados lo afectan. La afección del endosulfán es comparable a un ataque de epilepsia 24 o 48 horas después de la exposición al mismo. Ha habido en el mundo 'epidemias' de ataques cerebrovasculares, cuando en verdad eran afecciones ligadas al uso de organoclorados, lo que pasa es que los síntomas son parecidos y los médicos a veces confunden las causas verdaderas de la afección. Por eso hace falta una ley para que los trabajadores rurales sepan a qué se exponen, y puedan exigir información. Es la única manera de terminar con este desconocimiento planificado".
CeProNat: Coordinación de la Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE) - Santa Fe
http://www.renace.net/

jueves, 14 de mayo de 2009

Pedro Casaldáliga




El Cardenal Carlo M. Martini, jesuita, biblista, arzobispo que fue de Milán y colega mío de Parkinson, es un eclesiástico de diálogo, de acogida, de renovación a fondo, tanto de la Iglesia como de la Sociedad. En su libro de confidencias y confesiones Coloquios nocturnos en Jerusalén, declara: «Antes tenía sueños sobre la Iglesia. Soñaba con una Iglesia que recorre su camino en la pobreza y en la humildad, que no depende de los poderes de este mundo; en la cual se extirpara de raíz la desconfianza; que diera espacio a la gente que piensa con más amplitud; que diera ánimos, en especial, a aquellos que se sienten pequeños o pecadores. Soñaba con una Iglesia joven. Hoy ya no tengo más esos sueños». Esta afirmación categórica de Martini no es, no puede ser, una declaración de fracaso, de decepción eclesial, de renuncia a la utopía. Martini continúa soñando nada menos que con el Reino, que es la utopía de las utopías, un sueño del mismo Dios.
Él y millones de personas en la Iglesia soñamos con la «otra Iglesia posible», al servicio del «otro Mundo posible». Y el cardenal Martini es un buen testigo y un buen guía en ese camino alternativo; lo ha demostrado.
Tanto en la Iglesia (en la Iglesia de Jesús que son varias Iglesias) como en la Sociedad (que son varios pueblos, varias culturas, varios procesos históricos) hoy más que nunca debemos radicalizar en la búsqueda de la justicia y de la paz, de la dignidad humana y de la igualdad en la alteridad, del verdadero progreso dentro de la ecología profunda. Y como dice Bobbio «hay que instalar la libertad en el corazón mismo de la igualdad»; hoy con una visión y una acción estrictamente mundiales. Es la otra globalización, la que reivindican nuestros pensadores, nuestros militantes, nuestros mártires, nuestros hambrientos…La gran crisis económica actual es una crisis global de Humanidad que no se resolverá con ningún tipo de capitalismo, porque no cabe un capitalismo humano; el capitalismo sigue siendo homicida, ecocida, suicida. No hay modo de servir simultánea-mente al dios de los bancos y al Dios de la Vida, conjugar la prepotencia y la usura con la convivencia fraterna. La cuestión axial es: ¿Se trata de salvar el Sistema o se trata de salvar a la Humanidad? A grandes crisis, grandes oportunidades. En idioma chino la palabra crisis se desdobla en dos sentidos: crisis como peligro, crisis como oportunidad.
En la campaña electoral de EE UU se enarboló repetidamente «el sueño de Luther King», queriendo actualizar ese sueño; y, con ocasión de los 50 años de la convocatoria del Vaticano II, se ha recordado, con nostalgia, el Pacto de las Catacumbas de la Iglesia sierva y pobre. En el 16 de noviembre de 1965, pocos días antes de la clausura del Concilio, 40 Padres Conciliares celebraron la Eucaristía en las catacumbas romanas de Domitila, y firmaron el Pacto de las Catacumbas. Dom Hélder Câmara, cuyo centenario de nacimiento estamos celebrando este año, era uno de los principales animadores del grupo profético. El Pacto en sus 13 puntos insiste en la po-breza evangélica de la Iglesia, sin títulos honoríficos, sin privilegios y sin ostentaciones mundanas; insiste en la colegialidad y en la corresponsabilidad de la Iglesia como Pueblo de Dios, y en la abertura al mundo y en la acogida fraterna.
Hoy, nosotros, en la convulsa coyuntura actual, profesamos la vigencia de muchos sueños, sociales, políticos, eclesiales, a los que de ningún modo podemos renunciar. Seguimos rechazando el capitalismo neoliberal, el neoimperialismo del dinero y de las armas, una economía de mercado y de consumismo que sepulta en la pobreza y en el hambre a una grande mayoría de la Humanidad. Y seguiremos rechazando toda discriminación por motivos de género, de cultura, de raza. Exigimos la transformación sustancial de los organismos mundiales (ONU, FMI, Banco Mundial, OMC…). Nos comprometemos a vivir una «ecológica profunda e integral», propiciando una política agraria-agrícola alternativa a la política depredadora del latifundio, del monocultivo, del agrotóxico. Participaremos en las transformaciones sociales, políticas y económicas, para una democracia de «alta intensidad».
Como Iglesia queremos vivir, a la luz del Evangelio, la pasión obsesiva de Jesús, el Reino. Queremos ser Iglesia de la opción por los pobres, comunidad ecuménica y macroecuménica también. El Dios en quien creemos, el Abbá de Jesús, no puede ser de ningún modo causa de fundamentalismos, de exclusiones, de inclusiones absorbentes, de orgullo proselitista. Ya basta con hacer de nuestro Dios el único Dios verdadero. «Mi Dios, ¿me deja ver a Dios?». Con todo respeto por la opinión del Papa Benedicto XVI, el diálogo interreligioso no sólo es posible, es necesario. Haremos de la corresponsabilidad eclesial la expresión legítima de una fe adulta. Exigiremos, corrigiendo siglos de discriminación, la plena igualdad de la mujer en la vida y en los ministerios de la Iglesia. Estimularemos la libertad y el servicio reconocido de nuestros teólogos y teólogas. La Iglesia será una red de comunidades orantes, servidoras, proféticas, testigos de la Buena Nueva: una Buena Nueva de vida, de libertad, de comunión feliz. Una Buena Nueva de misericordia, de acogida, de perdón, de ternura, samaritana a la vera de todos los caminos de la Humanidad. Seguiremos haciendo que se viva en la práctica eclesial la advertencia de Jesús: «No será así entre vosotros» (Mt 21,26). Sea la autoridad servicio. El Vaticano dejará de ser Estado y el Papa no será más Jefe de Estado. La Curia habrá de ser profundamente reformada y las Iglesias locales cultivarán la inculturación del Evangelio y la ministerialidad compartida. La Iglesia se comprometerá, sin miedo, sin evasiones, en las grandes causas de la justicia y de la paz, de los derechos humanos y de la igualdad reconocida de todos los pueblos. Será profecía de anuncio, de denuncia, de consolación. La política vivida por todos los cristianos y cristianas será aquella «expresión más alta del amor fraterno» (Pío XI).
Nos negamos a renunciar a estos sueños aunque puedan parecer quimera. «Todavía cantamos, todavía soñamos». Nos atenemos a la palabra de Jesús: «Fuego he venido a traer a la Tierra; y qué puedo querer sino que arda» (Lc 12,49). Con humildad y coraje, en el seguimiento de Jesús, miraremos de vivir estos sueños en el cada día de nuestras vidas. Seguirá habiendo crisis y la Humanidad, con sus religiones y sus iglesias, seguirá siendo santa y pecadora. Pero no faltarán las campañas universales de solidaridad, los Foros Sociales, las Vías Campesinas, los Movimientos populares, las conquistas de los Sin Tierra, los pactos ecológicos, los caminos alternativos de Nuestra América, las Comunidades Eclesiales de Base, los procesos de reconciliación entre el Shalom y el Salam, las victorias indígenas y afro y, en todo caso, una vez más y siempre «yo me atengo a lo dicho: la Esperanza».
Cada uno y cada una a quien pueda llegar esta circular fraterna, en comunión de fe religiosa o de pasión humana, reciba un abrazo del tamaño de estos sueños. Los viejos aún tenemos visiones, dice la Biblia (Jl 3,1). Leí hace unos días esta definición: «La vejez es una especie de posguerra»; no necesariamente de claudicación. El Parkinson es sólo un percance del camino y seguimos Reino adentro.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Disculpen las molestias por Eduardo Galeano




Quiero compartir algunas preguntas, moscas que me zumban en la cabeza.
¿Es justa la justicia? ¿Está parada sobre sus pies la justicia del mundo al revés? El zapatista de Irak, el que arrojó los zapatazos contra Bush, fue condenado a tres años de cárcel. ¿No merecía, más bien, una condecoración?
¿Quién es el terrorista? ¿El zapatista o el zapateado? ¿No es culpable de terrorismo el serial killer que mintiendo inventó la guerra de Irak, asesinó a un gentío y legalizó la tortura y mandó aplicarla?
¿Son culpables los pobladores de Atenco, en México, o los indígenas mapuches de Chile, o los kekchíes de Guatemala, o los campesinos sin tierra de Brasil, acusados todos de terrorismo por defender su derecho a la tierra? Si sagrada es la tierra, aunque la ley no lo diga, ¿no son sagrados, también, quienes la defienden?
Según la revista Foreign Policy, Somalia es el lugar más peligroso de todos. Pero, ¿quiénes son los piratas? ¿Los muertos de hambre que asaltan barcos o los especuladores de Wall Street, que llevan años asaltando el mundo y ahora reciben multimillonarias recompensas por sus afanes?
¿Por qué el mundo premia a quienes lo desvalijan?
¿Por qué la justicia es ciega de un solo ojo? Wal Mart, la empresa más poderosa de todas, prohíbe los sindicatos. McDonald’s, también. ¿Por qué estas empresas violan, con delincuente impunidad, la ley internacional? ¿Será porque en el mundo de nuestro tiempo el trabajo vale menos que la basura y menos todavía valen los derechos de los trabajadores?
¿Quiénes son los justos y quiénes los injustos? Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?
¿Por qué son intocables las cinco potencias que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas? ¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de “crimen organizado”?
Pero no demandan castigo contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que usan navajas, no contra los que usan misiles.
Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina tres millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren quince niños por hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?
¿Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?
¿Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías? Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.
Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales? Los sembradores de pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.
En el mundo al revés, dan miedo hasta los más elementales actos de justicia y sentido común. Cuando el presidente Evo Morales inició la refundación de Bolivia, para que este país de mayoría indígena dejara de tener vergüenza de mirarse al espejo, provocó pánico. Este desafío era catastrófico desde el punto de vista del orden racista tradicional, que decía ser el único orden posible: Evo era, traía el caos y la violencia, y por su culpa la unidad nacional iba a estallar, rota en pedazos. Y cuando el presidente ecuatoriano Correa anunció que se negaba a pagar las deudas no legítimas, la noticia produjo terror en el mundo financiero y el Ecuador fue amenazado con terribles castigos, por estar dando tan mal ejemplo. Si las dictaduras militares y los políticos ladrones han sido siempre mimados por la banca internacional, ¿no nos hemos acostumbrado ya a aceptar como fatalidad del destino que el pueblo pague el garrote que lo golpea y la codicia que lo saquea?
Pero, ¿será que han sido divorciados para siempre jamás el sentido común y la justicia?
¿No nacieron para caminar juntos, bien pegaditos, el sentido común y la justicia?
¿No es de sentido común, y también de justicia, ese lema de las feministas que dicen que si nosotros, los machos, quedáramos embarazados, el aborto sería libre? ¿Por qué no se legaliza el derecho al aborto? ¿Será porque entonces dejaría de ser el privilegio de las mujeres que pueden pagarlo y de los médicos que pueden cobrarlo?
Lo mismo ocurre con otro escandaloso caso de negación de la justicia y el sentido común: ¿por qué no se legaliza la droga? ¿Acaso no es, como el aborto, un tema de salud pública? Y el país que más drogadictos contiene, ¿qué autoridad moral tiene para condenar a quienes abastecen su demanda? ¿Y por qué los grandes medios de comunicación, tan consagrados a la guerra contra el flagelo de la droga, jamás dicen que proviene de Afganistán casi toda la heroína que se consume en el mundo? ¿Quién manda en Afganistán? ¿No es ese un país militarmente ocupado por el mesiánico país que se atribuye la misión de salvarnos a todos?
¿Por qué no se legalizan las drogas de una buena vez? ¿No será porque brindan el mejor pretexto para las invasiones militares, además de brindar las más jugosas ganancias a los grandes bancos que en las noches trabajan como lavanderías?
Ahora el mundo está triste porque se venden menos autos. Una de las consecuencias de la crisis mundial es la caída de la próspera industria del automóvil. Si tuviéramos algún resto de sentido común, y alguito de sentido de la justicia ¿no tendríamos que celebrar esa buena noticia? ¿O acaso la disminución de los automóviles no es una buena noticia, desde el punto de vista de la naturaleza, que estará un poquito menos envenenada, y de los peatones, que morirán un poquito menos?
Según Lewis Carroll, la Reina explicó a Alicia cómo funciona la justicia en el país de las maravillas:
–Ahí lo tienes –dijo la Reina–. Está encerrado en la cárcel, cumpliendo su condena; pero el juicio no empezará hasta el próximo miércoles. Y por supuesto, el crimen será cometido al final.
En El Salvador, el arzobispo Oscar Arnulfo Romero comprobó que la justicia, como la serpiente, sólo muerde a los descalzos. El murió a balazos, por denunciar que en su país los descalzos nacían de antemano condenados, por delito de nacimiento.
El resultado de las recientes elecciones en El Salvador, ¿no es de alguna manera un homenaje? ¿Un homenaje al arzobispo Romero y a los miles que como él murieron luchando por una justicia justa en el reino de la injusticia?
A veces terminan mal las historias de la Historia; pero ella, la Historia, no termina. Cuando dice adiós, dice hasta luego.

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