domingo, 11 de octubre de 2009

Pibes

Por Alberto Morlachetti
...distintos vecinos dieron testimonios de situaciones que tienen que ver con la minoridad y el delito en Rafaela, haciendo referencia a cuatro adolescentes -de 14, 13 y 12 años- que están azotando al barrio Monseñor Zazpe. (...) Acto seguido hablaron dos vecinos que plantearon cómo contener a los menores. El segundo de ellos incluso afirmó que "en Barrio Italia están todos los vecinos armados".
(Diario La Opinión - Rafaela 01/10/09)
Fue una madrugada de violencia descarnada en el barrio Maldonado, en las afueras de Bahía Blanca. Esta vez el sitio -donde robos y peleas son costumbre- amaneció manchado con la sangre de un joven de 18 años al que vecinos enfurecidos golpearon y acuchillaron hasta matarlo. Su hermano, de 17 años, también fue atacado a golpes y terminó herido. Horas antes, ambos se habían metido a la casa de un anciano para robarle.
(Diario Clarín 03/10/09)
Un teniente de la Dirección de Investigaciones de la DDI de Mercedes, de apellido Rojas, mató de tres balazos a Ramiro Castro, de 16 años. Uno de los tiros le ingresó por la nuca y los otros dos, por la espalda. También hirió de gravedad a dos amigos del menor. Para sus familiares fue un caso de gatillo fácil; para la policía se trató de un robo.
(Diario Crítica de la Argentina 07/10/09)

(APe).- Ya no es una suerte de privilegio ser niño, aunque lo era cuando las palabras se parecían a las cosas y la palabra pibe era una gambeta cortita en los potreros. En realidad, ser niño no es más que una escaramuza, un combate que comienza con su advenimiento.
Esos pibes agazapados, entre el dolor y el hambre endémica que agobia los mañanas, aguardando noches enteras y días que no cesan en la esperanza de ser otros. Buscando quién sabe qué futuros detrás de esos tazones vacíos hasta el hartazgo, que empuja a salir como mariposas sedientas sobre los charcos.
Pero la noche les ha dejado apenas el deseo que no tiene más peso que el aire entre los dientes. Bajo constelaciones de escarcha la policía siempre nos sirve un plato de sangre en una esquina cualquiera, sin nombre y sin rostro, de donde siempre salen las victimas.
Cuando se dice pibe, se dicen todos los derechos, proclama cierta “progresía”. Pero en la mayoría de nuestros barrios nada huele a esperanza, las cosas humanas han dejado de tener importancia. Cuando dicen pibe es un aviso de muerte o un tiro en la nuca.
Pero la memoria de tantos asesinatos no nos va a impedir recordar esas vidas luminosas. Borges diría la muerte -tempestad oscura e inmóvil- desbandará mis horas. Alguien recogerá mis pasos y usurpará mi devoción y esa estrella.

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