viernes, 29 de octubre de 2010

REDOBLE POR MARIANO

Hay un clima de congoja por la muerte de Mariano,
rueda un llanto estremecido las calles del Conurbano.
Lo mataron en Barracas los criminales armados,
las patotas asesinas  de matones y sicarios.
La sangre sube caliente de las entrañas del pueblo,
la sangre pide justicia ¡mataron a un compañero!
Era joven, flaco, fuerte, luchaba por el trabajo
y una sociedad más justa, con los hombres como hermanos.
Era su causa la lucha de los obreros precarios
clamando por sus derechos por saberse ferroviarios.
No habrá olvido ni perdón, solo justicia y respeto,
que su nombre viva siempre  en el corazón del pueblo.
Era tímido y callado, soñador y solidario,
lo mataron como a un perro, ¡tenía veintitrés años!
Calles Luján y Perdriel ¡ qué nombres para el recuerdo!
En esta esquina mataron al estudiante tornero.
Las aulas del CBC se han poblado de silencio,
quería estudiar Historia, entró a la Historia muriendo.
La lucha sigue en tu nombre, descansa en paz Compañero,
tu corazón bombea fuerza en los reclamos obreros.

                                               Daniel Cormick
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ACLARACIONES AL OTRO DÍA DE LA MUERTE
Maro Skliar
Dice Eduardo Galeano que el mundo está patas arriba, algo así como al revés  de lo que debería ser.
Y así parece.

Los trabajadores tercerizados quieren hacer una protesta contra la empresa de ferrocarriles, reclaman tener el mismo status que los demás trabajadores.  Ser de planta permanente, tener igual salario, etc.   El sindicato “unión ferroviaria”, quien debería representar y defender los intereses de los trabajadores, no solo no toma el reclamo como legítimo (es decir se desentiende de la representación de esos trabajadores) sino que se organiza para impedir que ese reclamo se lleve a cabo.  O sea, el sindicato Unión Ferroviaria  se mueve para que los tercerizados sigan siendo tercerizados,  trabajadores de segunda con salarios  bajos y sin estabilidad.  Unión Ferroviaria no le da la espalda a una parte de los ferroviarios, sino que les impide que reclamen derechos. La policía del estado,  que ya había reprimido la protesta, de pronto se va de la escena como si el guión de la obra de teatro así lo marcara.  Se van atrás del telón.  Siguiente escena:   la Unión Ferroviaria avanza contra los tercerizados. Lo hace a balazos.  Y mata. Y mata. Y mata. Y muere un pibe que apoyaba la protesta desde su militancia. Y les dan un tiro en la cabeza a una señora  como de 60 años que podría ser la madre o la tía de cualquiera de los que dispara.   

Hasta acá todo parece estar “patas arriba”,  como el libro de Galeano.  Lo que debería ser, no es… las cosas son al revés: los sindicatos atacan a los trabajadores y defienden a los empresarios, que son los que se favorecen con la tercerización y los salarios bajos.

Pero me temo que este mundo al revés es un mundo al derecho. 

Desde el genocidio de los 70,  que se llevó la vida de miles de trabajadores y militantes sindicales identificados con las necesidades materiales y políticas de su clase social,  muchos sindicatos de los “grandes” se han convertido en inmensas empresas asociadas con las patronales.  Son  sindicatos empresarios que defienden sus intereses (que van de la mano de los intereses de los patrones) con patotas muy parecidas a los grupos de tarea de la triple A.  Actúan con la impunidad que les brinda la empresa y el Estado.  Por eso la policía se va de la escena.  Por eso los empresarios les dejan libre circulación por los espacios de trabajo.   

Un trabajador precarizados o tercerizado no siempre sabe lleva una especie de “beso de vampiro” en el cuello;  y que esos vampiros se llaman Videla, Martinez de Hoz, Massera, Menem.   Y que con ellos pactaron los sindicalistas el “toma y daca”,  el “vamo’ y vamo’” que configura este mundo que, para todos ellos, está al derecho y no patas arriba. 

Cuando el trabajador/a se quiere sacar el “beso” de encima, cuando se hace la simple pregunta de por qué  tiene que ser así  y no del modo que (sarcásticamente) lo dicen las leyes de trabajo y la Constitución Nacional (!),  entonces ahí emerge el pacto y se abalanzan sobre él.    En el  peor de los casos, como ayer, vienen con balas. 

El Estado bien,  gracias.  Actúa (si lo hace) a posteriori y mostrando “indignación” y “repudio” como si las cosas hubieran pasado en otro país.    Habla  de conspiraciones y de operaciones.  Como con Julio López.  Hay células dormidas de la dictadura.  Punto.  Pero el acto de River con la CGT no parece una célula dormida.  Si, pero Moyano y la Unión Ferroviaria no son lo mismo.  Es verdad, unos son el sindicato de camioneros y otro el de trenes.  ¿No son la misma Confederación?  ¿No son la “clase trabajadora” organizada?  ¿Moyano no es el presidente del PJ de la provincia de Buenos Aires?   ¿El modelo sindical de Camioneros, de la Unión Ferroviaria o de la UTA no tiene nada en común?  ¿Adentro de la CGT hay gremios que representan los intereses de los trabajadores y  otros que matan trabajadores? 

Hace falta un poquito de claridad.

Yo aclaro lo mío. 

Cuando peleo por los derechos humanos, peleo por todo. Por los “hijos de Noble” y por los tercerizados del tren.   Por el juicio y castigo a los genocidas de los ‘70 y para que los del subte puedan tener su sindicato como quieran.  Contra la oligarquía “del campo” que exprime el país desde que es país o antes, y   por el bebé que se murió de frío en las calles de Buenos Aires este año.   Por la recuperación de los nietos y  por los sin nombre que mata el gatillo fácil.  Por sacarle a las calles los nombres de ´”próceres” mata indios y por las mujeres que se mueren de abortos mal hechos.    Por la memoria que se acuerda de Rodolofo Walsh y por la que no se olvida de Julio López.  Por las  Madres y Abuelas,  y por los jóvenes que mata el paco, nueva versión del genocidio. Por los pibes de la Noche de los Lápices y por Darío, Maxi y ahora (con un nudo en la garganta), por  Mariano Ferreyra.    

Este mundo social que viene triunfando está al derecho para esos sindicalistas mafiosos, para los empresarios, para muchos en el poder político.  En lo que hace a lo sindical,  no veo ninguna señal de ponerlo al revés por parte del gobierno.  Veo un acto en River que  dice “hay de esto para rato”.   Inmediatamente después veo al pibe Mariano morirse como se murió Darío Santillán.  Igualito.  Calcado.  Boqueando como un pez que lo sacaron del agua, tratando de quedarse con nosotros pero no pudiendo.  ¿Hace la diferencia si las balas vienen de las fuerzas represivas del Estado o de los grupos de tareas para estatales—empresariales? 

Quienes defienden el mundo como está, este mundo de tercerizados baleados por querer vivir dignamente, consideran que el mundo está al derecho tal como es.  Nos lo quieren hacer creer.  Así está bien, dicen,  aunque se lo puede humanizar un poquito más, darle unos retoques tranquilizadores. 

ACLARO: CUANDO DIGO “NUNCA MÁS”
ES “NUNCA MÁS”  TAMBIÉN A ESTAS COSAS

No quiero construir un mundo al revés del que está.  Quiero otro mundo.  Ni patas arriba ni patas abajo.  Un mundo donde los tercerizados sean “primerizazos” y  donde Mariano Ferreyra mañana vaya a la facultad a rendir el examen para el que estaba estudiando…

Maro Skliar, 21 de octubre del 2010

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No negociable. No tercerizable
27/10/10

Por Oscar Taffetani

(APe).- A partir del asesinato del estudiante y militante político Mariano Ferreyra, a manos de tiradores y matones contratados por la dirigencia de un sindicato, comenzó a hablarse en la prensa de izquierda de una tercerización de la represión, a tono con otras tercerizaciones que impone la economía globalizada.

El concepto nació en un think tank del Departamento de Estado norteamericano, junto con dos guerras inventadas (y genocidas) que ese gendarme mundial lleva adelante en Afganistán e Iraq. Ciertas empresas ligadas a la CIA y a otras agencias de seguridad fueron autorizadas a tomar prisioneros por su cuenta, llevarlos a cárceles clandestinas o semi clandestinas en distintos lugares del planeta (por ejemplo, Guantánamo), interrogar a esos prisioneros (es decir, torturarlos) y finalmente desaparecerlos o bien blanquearlos, como consta en un buen número de denuncias publicadas. A eso lo llaman tercerización de la guerra.   

Puede resultar banal referirse al crimen y el asesinato utilizando términos de la nueva economía, o bien de la jerga fascista, o del lunfardo policial y carcelario. Pero ese lenguaje ya se han trasladado a las canchas de fútbol, a la militancia (no olvidemos la etimología de la palabra) y a la gente común. Ya fue impuesto. Por eso, a nadie asombra que hoy se hable de gatillo fácil, de apriete, de hacer la boleta o hacer cantar. Es, ni más ni menos, la lengua del vencedor, en boca de los vencidos.

Bien comprendieron este fenómeno Marx y Engels, en textos fundacionales: el mayor logro de la burguesía consolidada en el poder fue tercerizar el pensamiento dominante, haciendo que se regenere en nuevas mentes y en insospechados corazones.


El crimen (capitalista) organizado
La prensa anarquista y socialista tiene un glosario que por sí solo revela las duras condiciones de la lucha obrera a través del tiempo. Hay crumiros (equivalentes a los carneros actuales); hay esquiroles y rompehuelgas (equivalentes a las patotas de estos días) y también hay esbirros y sicarios, que cometían crímenes por encargo mucho antes de que Hollywood soñara con sus killers y sus cleaners.

Del mismo modo, en nuestra tierra, existían grupos organizados o espontáneos de civiles dedicados a la “caza del ruso” (judío, comunista o extranjero, bastaba con que cuestionara al poder). Así se supo de la infame Legión Cívica y de la no menos infame Liga Patriótica, durante sucesivas semanas trágicas de principios del siglo veinte. Así nació y actuó en los ’70 un somatén argentino llamado Triple A, que fue exportado como fórmula terrorista y parapolicial a otros países latinoamericanos.

¿No era eso tercerizar la represión?, nos preguntamos. Claro que sí, nos respondemos. Y la forma peor de esa tercerización asesina fueron los grupos de inteligencia y grupos de tareas que actuaron por cuenta y orden del Estado, aunque de modo anónimo y clandestino, durante la última dictadura, y que tenían licencia para matar, para robar y saquear, para secuestrar personas y extorsionar a sus familias.

Sin embargo, un triste avance en la estandarización y mercantilización de la violencia se ha dado con la expansión mundial del negocio -absolutamente capitalista- de la droga. Los cárteles mafiosos compran policías, compran magistrados y gobernantes, financian patotas y barranravas y crean verdaderos ejércitos privados que actúan bajo la complacencia (o la protesta a regañadientes) del Estado. Se produce así una tercerización recíproca, porque mientras esos ejércitos privados siembran el terror y neutralizan a los “enemigos” del Estado, una parte de la banca y de las instituciones de ese mismo Estado se dedica a blanquear y volver inocentes los fondos del narcotráfico.

El modelo ha sido clonado en todo el mundo, a mayor o menor escala. Y se da la paradoja, trágica y terrible, de que un gremio combativo y ejemplar como ha sido el de los Ferroviarios argentinos, se vea hoy convertido en una sociedad anónima distanciada de las bases y lanzada a hacer “negocios”, en un contexto represivo y criminal.


Homenaje a Portogalo
Aunque ninguna placita de Villa Ortúzar lleve su nombre, José Portogalo
-lustrabotas, albañil, bailarín de tango y poeta- está clavado en el mejor recuerdo de ese barrio de Buenos Aires. Comunista militante, tuvo el honor de que su segundo libro de poemas (Tumulto, 1935) recibiera el premio municipal y a la vez una condena judicial por su contenido. Ya maduro, a los 50, publicó Poemas con habitantes. En ese libro, junto al recuerdo de amigos y compañeros comunistas, quiso incluir el poema “Los pájaros ciegos”, en donde evoca a ignotos personajes del pueblo. Hombres, mujeres y niños caídos durante alguna protesta o arrinconados hasta el fin por la miseria, pero nunca olvidados.

“Doménico Scalise, / italiano del sur de la península, / pescador, albañil, peón en una chacra / y silbador de tangos. /…/ Cavé mi propia tumba / y al levantar los brazos miré al cielo gritando / ¡viva la libertad! /…/ Un proyectil de máuser agujereó mi frente. / Pero no he muerto, sigo respirando en el mundo”.

“Alguien gritó / ¡viva la libertad! / Junto a un charco de sangre estaba yo, / Juan Pérez, asturiano, profesión panadero, / veinte años de Argentina, con tres hijos / un río de esperanza entre mis manos”.

“En la fosa común, aislado, entre los yuyos, / no sé qué haré, desnudo, con esta muerte mía / que cabe en una flor…” (epitafio para un vendedor de diarios).

“Viene el aire y pregunta: -¿Quién eres tú? / La tierra que me alberga contesta: -Es un adolescente asesinado. /…/ Tenía madre, padre, hermanos y un oficio. / Era digno y resuelto como un pájaro. /…/ Un primero de mayo de mil novecientos nueve / un proyectil de máuser lo tumbó sobre el barro de Céspedes, / esquina Alvarez Thomas. Se llamaba José”.

Así como nos conmueven y exaltan estos versos de Portogalo, nos causa malestar el relato “Una semana de holgorio”, de Arturo Cancela, que narra los devaneos de un joven calavera (disipado) en una ciudad desierta por los tiroteos y paralizada por las huelgas. Jamás censuraríamos -si estuviera en nuestras manos- a un escritor, aunque nos duela y nos indigne lo que escribe. Pero esa misma semana de holgorio de Cancela es la contracara exacta, antitética, de la semana trágica que evoca Portogalo.

¿Hay lugar en esta nota, en este país, en este mundo, para una tercera voz? ¿Se puede ser neutral frente a esta lucha? De ningún modo. La vida del compañero Mariano Ferreyra, como la de Doménico Scalise, como la de Juan y José, no es negociable. Ni tercerizable.

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