jueves, 24 de febrero de 2011

La democracia es un crimen

  -Notas de Agencia Pelota de Trapo-
Jueves, 24 de Febrero de 2011
“si las palabras pudieran comerse, yo habría hecho algo para terminar con el hambre”(aforismo implicado)
pobreza1110

EL HAMBRE ES UN CRIMEN. Las políticas gubernamentales no nutren, ni abrigan, ni abrazan a nuestros niños más pobres, que son los modos de ejercer el amor y la esperanza. La vida no es un sueño azul, es una infancia de penas. Nuestros pibes mueren en racimos en Misiones, en Formosa, en Salta, mientras les diluyen sus vidas entre los dedos, como arenilla de ternura. Con el corazón intacto de urgencias nuestros pibes caen impactados por balas policiales o por el filo devastador del paco. No hay porvenir posible si los trabajadores no cargamos sobre nuestros hombros a los niños en una ronda de domingo. No hay futuro en un país que los condena. No hay utopía en un país que los desaparece. Con ternura Venceremos.
Alberto Morlachetti. Coordinador del Movimiento Nacional Chicos del Pueblo. Pablo Micheli Secretario General de la CTA.

(el resaltado, frases que me conmueven, es del autor del blog, con el perdón de Alfredo Grande)
(APe).- Quizá haya vida después de la muerte. Pero lo que en verdad me preocupa es que no haya vida antes de la muerte. No podemos llamar vida a cualquier cosa. La vida no es bella, por cierto. Pero lo hermoso es ese esfuerzo cotidiano por embellecerla. Trabajo de alfarero que de la tierra, el agua, el barro, modela lo bello y lo útil. Para embellecer la vida, hay que tener ganas, hay que tener flores, hay que tener amor, hay que tener alegría. Nada de eso sobra, todo de eso falta para cientos de miles, para millones. Yo solo veo a uno, dos, quizá veinte por día. Los veo, casi nunca los miro. A veces, el billete arrugado, y entregado con urgencia, sirve para pagar el peaje y continuar transitando por la autopista de la indiferencia. Quizá no haya vida antes de la muerte. Después de todo, morir es dormir un poco, como me explicaba un paciente terminal en la guardia del Clínicas. ¿Cuántas personas hay, en este momento, tan cerca de dormir un poco, aunque en ningún registro figuren como pacientes terminales? Si el hambre es un crimen, ¿dónde estás los asesinos? Y los copartícipes necesarios, y los cómplices, y los indiferentes, y los que se benefician aumentando precios, manteniendo el iva a los alimentos básicos, escamoteando las ofertas y ocultando las marcas mas baratas? El hambre llego para quedarse. Nosotros, clase media, media clase, no sentimos el hambre. Hablamos de él. Lo invocamos, lo convocamos, pero no lo encarnamos. Yo nunca tuve hambre. Un apetito atroz, versión light del latigazo que arranca las tripas. “Me muero de hambre” es una expresión tan mentirosa como aquella amenaza de suicidarse con un grisín. Pero hablamos como somos. Exagerando cuando hay que ser prudente; siendo precavidos cuando es necesario ser audaz; inflexibles con los débiles; piadosos con los crueles. En algún momento de nuestras historias, y de las historias que precedieron a las nuestras, algo salió mal. Se perdieron piezas fundamentales, partes vitales que nunca más se encontraron. En algún momento, había vida antes de la muerte. O al menos, había lucha para que así fuera. O al menos, existía la íntima convicción, que mas temprano que tarde, los pobres comerían pan, y los ricos, mierda, mierda. Se intentó luchar contra la pobreza. Nadie intentó luchar contra la riqueza. Se prometieron derrames de champán, y apenas hubo inundaciones de aguas servidas. Colectas anuales, asignaciones mensuales, rifas semanales, monedas diarias, pero el hambre siguió, aumentó, se escondió, se disfrazó, se disolvió en el anonimato cobarde de un registro único. Confesión de parte de que lo único que se tiene es el registro. Pero las estadísticas sirven para mentir, pero no para comer. Registrado o no registrado, el hambre sigue matando, deteriorando, preparando al cuerpo para que acepte variados venenos, incluyendo discursos de campaña. Pero si el hambre no fuera suficiente, la cultura represora, buena para nada, mala para todo, reserva como postre, café y jerez, el gatillo fácil, las torturas en comisarias y cárceles, la trata de niñas y niños para variadas formas de esclavitud. Pero el hambre está siempre. Donde hay miseria, tristeza, terror, enfermedad, mugre, violencia, abuso, además, siempre, siempre, siempre, hay hambre. Y no se trata de una catástrofe natural. Ojala lo fuera. Es una despiadada catástrofe cultural, un tsunami político, económico y cultural. Hambre y aumento de la obesidad. Toneladas de alimentos que, para aumentar sus precios, y también aumentar las ganancias de los productores, y aumentar los impuestos que reciben los estados, deben necesariamente eliminar excedentes. La tierra es depredada desde hace mas de un siglo, y sus hijos son macerados con todas las necesidades no satisfechas. En nuestro país, el granero del mundo, el hambre es un crimen agravado. Por eso es un crimen que tiene premeditación, alevosía, que se repite en forma continua, cuyos efectos no desaparecen sino que por el contrario, se agravan. Es una forma de eutanasia social, tan miserable, tan mezquina, tan cobarde, que tan solo conectarnos en la plenitud de esta masacre, nos indigna, nos conmueve, nos aplasta, nos agobia. Y nos hace sentir que ni siquiera tenemos derecho a preguntar que hay para comer, que deberíamos antes de comer no rezar para agradecer sino maldecir por todos aquellos que en ese mismo momento, no tienen ni tendrán. Es posible que todo esté perdido. De todos modos, si podemos ofrecer el corazón de la rebeldía total, de una insurrección de los sentimientos, de armar la lucha con todos los medios, incluso los legales, como decía Lenin, entonces, quizá, no es seguro, probablemente no, tendremos derecho a masticar algo. El hambre es un crimen. Con este hambre, con este hambre de todos los días, no hay dios, ni diablo, ni santo, ni pecador, que me convenza que esta democracia no es crimen.

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Metáfora de la perpetuidad
22/02/11
Por Claudia Rafael
(APe).- Desde aquellos viejos tiempos en los que el sentido de la escuela estaba forjado con énfasis en el impulso al desarrollo productivo y en el culto a la nacionalidad pasaron casi 130 años. Aquella decisión sarmientina de favorecer y dirigir simultáneamente el desarrollo moral, intelectual y físico de todo niño de 6 a 14 años fue pilar central en el armado de un sistema que preveía en su entramado no sólo las nociones básicas de lecto-escritura o matemáticas sino que promovía toda una moralidad propia de la época y apuntalaba las herramientas necesarias para el trabajo y la defensa militar del país.
El guardapolvos blanco -pintura escolar ineludible y simbólica- metáfora de la pureza y la igualdad, alegoría del férreo control y de la no-transgresión, nos conduce de lleno a nuestra propia infancia y a nuestras propias angustias al ser zambullidos de repente -con tablas o sin ellas, con cuellito almidonado o sin él- en un mundo al que, cuando tímidamente llegábamos por primera vez, intuíamos como un océano demasiado grande y adverso para nuestra propia pequeñez. No era demasiado difícil darnos cuenta de que detrás de una puerta o más allá de un pasillo podrían saltar sobre nosotros monstruos voraces que en un solo movimiento amenazarían con devorarnos. Tan lejanos estábamos a un paraíso mullido y a la plazoleta de juegos sin tiempo ni final.


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El tren que nos quitaron. Y el próximo
23/02/11


Por Oscar Taffetani
(APe).- "Padre, ya viene el tren de Alemanía --dice el salteño Ramón J. Castilla, en uno de sus más bellos poemas-- anúncialo tocando la campana / ponte la gorra, cierra la ventana / que ya no hay nadie en la boletería. // Madre, ya viene el tren con su alegría / y el crisantemo de humo que desgrana./ No sé por qué te siento más lejana / cuando lo mira tu melancolía. // Oh, padre, adiós perdido entre los trenes, / nadie despide a nadie en los andenes / donde no sé por qué yo siempre espero. // Nadie despide a nadie hasta que un día, / en un remoto tren de Alemanía / adolescente, con ustedes, muero".
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Los Qom, muertos de futuro y sed
21/02/11


Por Silvana Melo
(APe).- Cuando Tanqui se robó el fuego para repartirlo a los suyos creyó que las llamas arderían eternas. Como el Prometeo griego, el Tanqui de los tobas les arrebató una chispa a los poderosos para iluminar el camino de los mariscadores, para encender las ramas secas del invierno, para cocer la carne que alimenta el cuerpo y pone el alma en alerta para defender la comunidad. Es decir, lo que sostienen ab-origine en común. Desde el principio de todos los tiempos: la tierra, el aire por donde surcan los pájaros, la lengua de sus dioses. Pasado y futuro en un piso de historia construido por todas las sangres cosidas a tientos, a piel de los muertos de 500 años. 


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