martes, 26 de junio de 2012

Agrotóxicos: hablan los que decidieron cambiar de cultivo para mejorar la calidad de vida


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Agrotóxicos: hablan los que decidieron cambiar de cultivo para mejorar la calidad de vida

•Tuvieron una hija con discapacidad y los médicos aseguraron que fue debido a los agroquímicos•
SAN VICENTE (Sergio Alvez y Oscar Ibarra). Juan Carlos Soroka (57) y su esposa Anita Nake (38) provienen de familias tabacaleras, por tanto, aseguran que “los dos trabajamos en la producción de tabaco desde niños”. 

En  2001, en San Vicente, donde llevan décadas afincados, nació Thalía, segunda hija del matrimonio. “Nació con una malformación. Tenía una trasposición de los grandes vasos, por lo que fue intervenida. Después tuvo un problema neurológico, porque le faltó oxígeno cuando le operaron, fue una operación compleja, de ocho horas, y posteriormente vinieron muchas complicaciones más. Thalía no caminó hasta los ocho años y gracias a Dios, pudimos darle rehabilitación a cargo de profesionales, y pudo caminar”, cuenta Anita, quien reconoce que “estuve trabajando con tabaco, plantando unas mudas, en contacto con agroquímicos, durante todo el embarazo e incluso el día anterior al parto”. 

Conciencia

La producción tabacalera siempre fue el medio de vida de la familia, incluso en generaciones anteriores. “Llevamos varias generaciones de envenenados, expuestos a los venenos”, resume Juan Carlos, que fue quien tomó la decisión hace unos años, de cambiar radicalmente de vida y dejar para siempre de plantar tabaco. “Fue una decisión humana. A través de los médicos y los estudios que le han hecho a nuestra hija, somos conscientes  de que ella es una víctima del uso de agrotóxicos, de nuestra falta de información, de un montón de cosas, es por eso que decidimos dejar de plantar tabaco para no seguir envenenándonos”, expresa Juan Carlos. 

Anita por su parte agrega que “llevó años entender que la discapacidad de Thalía tiene relación con el uso de venenos del tabaco y que esta situación es por la que pasan muchos chicos acá en San Vicente y en toda la provincia, los médicos lo dicen y ya no se puede negarlo aunque a muchos no les convenga, pero nosotros decidimos ser conscientes y hacer algo que nunca pensábamos que íbamos a hacer, dejar de producir tabaco”. 

Huerta orgánica

Fue así que los Soroka dejaron la chacra y se instalaron en un terreno más cerca del pueblo. Allí empezaron a trabajar en una huerta orgánica y diversa, donde la utilización de agroquímicos y fertilizantes pasó a la historia. “Nos dedicamos a producir verduras, con abono orgánico, todo natural, y por suerte pudimos conquistar un mercado, tenemos clientes y podemos vivir tranquilos, mucho más tranquilos y más sanos, y sin riesgos, ganamos en calidad de vida”, indicó Juan Carlos. 

“Al principio no fue nada fácil”, aporta Anita y agrega “cuando íbamos a ofrecer las lechugas, el verdeo y lo demás, como conocían que éramos tabacaleros nos decían que no querían comprarnos porque seguro nosotros usábamos químicos del tabaco en las plantas. Tuvimos que convencerlos, muchos clientes tuvieron que venir hasta la huerta para comprobar que era todo orgánico, y así nos hicimos de clientela, a través del boca en boca”, añadió Juan Carlos. 

“Los colonos no toman consciencia”

“Yo me pregunto ¿por qué hay tantos chicos discapacitados, con malformaciones, en las familias tabacaleras acá en San Vicente y en toda la provincia. En buena hora que se empieza a saber que es por los agrotóxicos, pero las empresas siguen fomentando ese uso, y no se está haciendo nada para salvar a las futuras generaciones. Se debe poner más recursos en investigar, en hacer que la gente deje de usar venenos”, afirma don Soroka. 

“Los colonos no tienen conciencia, incluso muchos colonos que han tenido hijos con problemas, no entran en razón ni se informan debidamente. Muchos te dicen que si dejan de plantar tabaco se mueren, que se quedan sin la obra social, que no se puede. ¡Pero si se puede! Es difícil pero vale la pena porque con la salud no se juega”, asegura. 


“No hay apoyo para diversificar de verdad” 

Soroka reconoce el nulo apoyo o incentivos reales para la transformación de los productores tabacaleros. 

“Hay intereses muy fuertes y ningún apoyo verdadero. Nosotros toda esta transformación la tuvimos que hacer solos sin ningún apoyo de nadie, ni del gobierno ni de nadie, no hay políticas para que el colono deje el tabaco. Por eso el colono se sigue matando y sigue envenenando a su familia, porque es muy difícil salir del círculo vicioso, cuando la empresa tabacalera te da todo, desde obra social hasta los químicos”, sostuvo el papá de Thalía.  Además, el ahora horticultor orgánico cuestiona la falta de controles sobre los productos químicos que se usan en el tabaco. “No hay ningún control, es todo mentira y te dice esto un tabacalero de toda la vida. Se usan muchos tipos de venenos, sin conocimiento ni cuidados. ¿Por qué no se crea una ley que prohíba de una vez que estos venenos entren a nuestro país, sólo así terminaremos con tanta enfermedad?”, sentenció. 

“Hay que producir alimentos”

Juan Carlos Soroka no duda que “el país necesita comer, se necesitan alimentos. Uno va a la verdulería y muchas veces no hay mandioca, o falta  batata, ¿por qué si acá se puede producir todo? Importamos carne, a veces escasea el cerdo, y todo eso se puede producir y de esa manera abastecernos y tener costos baratos, imagínense si convertimos a todos los colonos tabacaleros cuántos males se terminarían y cuánto bien se estaría haciendo al producir alimentos. El tabacalero debe saber que la vida cambia para bien al dejar de estar en contacto con los químicos”, aseveró con convicción. 

Sin dudas, dejar de plantar tabaco es un desafío que muchos pequeños productores sienten que no pueden enfrentar. Por ello, desde la Fundación “Por la vida y la dignidad”, basada en las investigaciones e intervenciones de la UNaM donde se evidencian las situaciones límites de miles de familias tabacaleras o no, que viven con hijos discapacitados por efecto de los agrotóxicos y que necesitan procesos de rehabilitación y contención social, promueve un programa de creación de una carrera a distancia de estas características, para ir generando alternativas viables para estas familias atrapadas en un círculo vicioso.   

Un llamado a la solidaridad 

Dos de las familias entrevistadas para este informe cuya primera parte se publicó en la edición del domingo pasado, solicitaron a la comunidad en general, solidaridad con respecto a necesidades puntuales, y autorizaron la divulgación de sus números de celulares para contactarlos. 

En el caso de Luis Krause, padre de Lucas (5), se precisa una silla de ruedas. Lucas padece microcefalia y no puede caminar. Utiliza actualmente una silla improvisada, incómoda y que ya está quedando chica. Quienes deseen o puedan colaborar donando una silla de ruedas para este niño, pueden comunicarse con sus padres al celular 03755 15666552. La familia vive a pocos minutos del pueblo de San Vicente. 

Por su parte, Vilmar Lemos es padre de William (15), quien precisa de una camilla para que le puedan realizar masajes de rehabilitación. Vilmar se presentó en diversos organismos en busca de cubrir esta necesidad, pero hasta el momento no ha obtenido respuesta. “Hace bastante tiempo que William debería haber empezado con los masajes, pero se hace imposible conseguir la camilla”. El celular de Vilmar es 03755 15638235

William tiene 15 años y vive en el barrio Los Lapachos. Toda su vida estuvo en sillas de ruedas, no puede hablar y necesita constantemente ser asistido por sondas y sueros. Su padre es Vilmar Lemos (45), productor tabacalero desde hace 25 años. 

La historia

“William nació en el sanatorio de San Vicente, privado. La patología no se sabe aún hoy. Tiene tantas historias clínicas que no se sabe, son todas distintas. En el Hospital Garraham fue la única vez que los médicos me reconocieron que había nacido así por el contacto con los agrotóxicos. Me aseguraron que el cuadro coincide. Pero acá en Misiones fue imposible tratarlo, porque nadie sabía que tenía”, cuenta su papá. 

 Lucas nació con microcefalia y además tiene epilepsia, retraso madurativo, mental y convulsiones. Tanto la mamá de este niño (Angélica Fray) como su marido se dedican a la producción de tabaco “desde toda la vida”. 

Sin especialistas

“Trabajé estando embarazada con el tabaco hasta el último mes, estuve expuesta”, sostiene Angélica, y agrega que “Lucas nació en una clínica de San Vicente, de ahí le derivaron a Oberá, estuvo internado con respirador, después le dieron el alta y fue a Posadas, le medicaron por las convulsiones, y ahora hace tres meses le sacaron el medicamento y convulsionó. Al hospital de San Vicente no lo puedo llevar porque no tienen especialistas y porque te hacen esperar mucho, y mi hijo es muy nervioso e impaciente por su enfermedad”.     
 

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